Cuando consideramos la verdad de que nuestros hijos son un regalo de Dios, pueden surgir pensamientos tales como, ¿mi hijo o mi hija se comporta como mi regalo de Dios?, o ¿trato yo a mis hijos como a regalos? Estas dos preguntas cubren aspectos claves al considerar la personalidad y conducta que nuestros hijos desarrollan y la comunicación que nosotros como padres establecemos con ellos.
De nuestros padres y abuelos escuchamos repetidamente “dichos” populares como: “de tal palo tal astilla”, “de lo que siembras recoges”. Estos “dichos”, son en realidad principios establecidos por Dios y explicados en su palabra, la Biblia, por siglos, los cuales se hicieron populares a través del tiempo.Típicamente, el ser humano manifiesta una conducta producto de lo que aprende en la vida; lo que escucha desde el vientre de la madre, lo que ve y lo que practica en el hogar, en la escuela y en la comunidad.
Con la expansión y la multiplicación de los medios y vías de comunicación, la exposición a la información y a diferentes modalidades de creencias y pensamientos se ha incrementado. El efecto y resultado de dicha exposición será determinado por la cantidad y la calidad de información que se recibe y de cómo esta es asimilada. Es por eso que debemos darle importancia a la calidad del “material” de información y capacitación que nuestros hijos reciben de nosotros sus padres. Este efecto lo podemos ver, tanto en los seres humanos como en los animales y aún en las computadoras. Las reacciones y respuestas que se dan dependen de la información con las que han sido equipados, del entrenamiento que han recibido y de acuerdo a como dicha información ha sido procesada.
Dios resumió los principios de educación en el siguiente proverbio: “Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él“ (Proverbios 22: 6). Este principio está dirigido como consejo a los padres, quienes deben desempeñar el papel principal como educadores y capacitadores de sus hijos.
Ahora bien, partiendo del principio fundamental de que los hijos son un regalo de Dios y que nuestra obligación como padres es darles una buena capacitación para la vida, les estaremos presentando a continuación algunas recomendaciones que nos ayudaran a cómo lograr este objetivo, manteniendo a la vez una buena comunicación con nuestros hijos, haciéndolos sentir que son valorados y apreciados por sus padres.
- Cuidemos nuestra actitud, lo que pensamos y lo que hablamos de nosotros mismos y de nuestro prójimo. Pensemos y hablemos siempre en amor y aprecio al prójimo como a nosotros mismos. Lo que pensamos y lo que hablamos, se refleja en nuestra actitud y comportamiento, y nuestros hijos lo captan y lo aprenden. Procuremos y esforcémonos a pensar en lo bueno, en lo amable, en lo que podemos alabar. Lo que pensamos y lo que hablamos puede construir o debilitar a quienes nos rodean.
- Evidenciemos un comportamiento amable y respetuoso hacia nuestro prójimo en el hogar, hacia nuestros familiares, nuestros vecinos y en nuestra comunidad.
- Mantengamos la preciosa tradición de impartir la bendición de Dios a nuestros hijos cada día, conscientes de lo que decimos. Recordemos y repitamos las promesas de Dios a nuestros hijos. “Honra a tu padre y a tu madre y te irá bien” (Efesios 6:2).
- Manifestemos nuestro cariño y amor con un abrazo, un beso, una sonrisa. Cuidemos de la alimentación física de nuestros hijos así como de sus otras necesidades personales y enseñémosles la importancia del trabajo, guiándoles a participar en actividades familiares, de ayuda en el hogar y en las actividades de comunidad: en la escuela, los deportes, en la iglesia.
- Establece claramente las normas de disciplina a seguir en el hogar. En hogares desordenados se aprende desorden. Determina los horarios de actividades (incluyendo los límites) para los trabajos de escuela, para la participación en las actividades del hogar, hora de salida y de llegada a la casa, tiempo de jugar, de deportes, de televisión v, computadora y de hablar por teléfono. El establecer disciplina en el hogar es una manifestación de amor y aprecio a nuestra familia
- Tomemos tiempo para estar junto a los hijos frente a frente. Demos gracias a Dios por sus bendiciones, en familia. Hagamos preguntas, planteemos temas de interés siempre prestando atención y mirándoles a los ojos. Mantengamos la sabia disciplina de comer en familia por lo menos una comida al día.
- Estemos presentes en las actividades importantes y de interés para nuestros hijos: deportes, graduaciones y otros actos o reuniones del colegio, etc.
- Asistamos regularmente y como familia, formemos parte de una iglesia de la comunidad y celebremos juntos en familia.
- Cuando nuestros hijos cometan una falta, o se presente un conflicto en la familia, cuidemos como expresamos nuestras emociones. Mantengamos la sobriedad y el control en nuestras respuestas. Los gritos y los desbalances manifiestan inseguridad y falta de control de los padres como líderes “No provoquen a ira a los hijos, sino críenlos en la disciplina y en la amonestación de Dios”. (Efesios 6:4).
- Conversemos y analicemos con serenidad los problemas que se puedan presentar, siempre en la búsqueda de una solución. Cuando haya que hacerlo, cumplamos con la disciplina, siguiendo las reglas de familia previamente establecidas. Mantengamos una actitud de perdón, animando a los hijos a mantener la perseverancia con firmeza y amor.
- Pidamos constantemente (oremos) a Dios por nuestros hijos y pidamos sabiduría cuando creamos que la necesitamos, Dios promete que la dará en abundancia cuando la pedimos (Santiago 1:5)
«Dios bendice los hijos del hombre honrado cuando siguen su ejemplo»
Proverbios 20:7
Dra. Ledy Maldondo de Rivas
Gracias por éstos mensajes de reflexion y motivación son ee mucha ayuda Dios los bendiga