“Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado”.
1 Corintios 5:7b
Cada año, durante la temporada de Semana Santa, coincidiendo cronológicamente con la Pascua hebrea (Pésaj), la iglesia hace énfasis en recordar la última semana que nuestro Señor Jesucristo, Emmanuel, Dios con nosotros, vivió en la tierra demostrándonos su amor al morir en la cruz por nosotros. Jesucristo, siendo Dios, se humilló, llevando en su propio ser el peso de nuestro pecado, nuestras rebeliones, nuestras desobediencias que nos separan de Dios Padre.
Jesucristo pagó el precio de nuestro rescate, nuestra redención de la muerte eterna, abriendo así el paso a nuestra reconciliación con Dios Padre que nos lleva a la vida eterna, cuando creemos y le entregamos nuestras vidas a Él.
Jesucristo reveló su identidad como el Mesías de Israel y el Salvador de la humanidad, cumpliendo desde su nacimiento las profecías que por siglos habían sido anunciadas y recordadas en las escrituras hebreas. Jesucristo mostró su carácter anunciando y llamando a buscar el Reino de Dios; libertando a los cautivos, sanando a los enfermos, haciendo milagros que sobrepasaban las leyes naturales, tanto a las multitudes que se congregaban para escucharle, como al individuo que se le acercaba. Isaías 9:1-7, Isaías 35:5-6, Mateo 5-7, Marcos 7, 8. Lucas 7: 6-10; 18-35, Juan 1, 3:25-36
Después de haber recorrido Israel por tres años, Jesucristo mostró la humildad de su entrega, cuando entró a Jerusalén cabalgando sobre un pollino. Jesucristo fue recibido por una multitud de residentes y de peregrinos judíos que se congregaban cada año a celebrar la Pascua en Jerusalén, aclamándole como Rey, Mesías, el Hijo de David, el Salvador, tendiendo sus capas y palmas mientras aclamaban: ¡Hosanna* al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! De esta manera se cumplía lo que había sido profetizado en las Escrituras hebreas. Zacarías 9:9-10, 2 Reyes 9:13, Salmo 118:25-26, Mateo 21:1-17, Marcos 11:1-11
Sin embargo, solo días después, al terminar la cena Pascual, líderes religiosos que vieron su posición de poder amenazada, entregaron al Mesías aclamado por la multitud, al Señor Jesucristo de Nazaret, a las autoridades romanas para ser crucificado mientras que incitaban a la multitud presente a apoyarles. Como Cordero Pascual, Jesucristo fue crucificado pero la muerte no venció. Jesucristo venció la muerte resucitando al tercer día cumpliendo así lo que había anunciado. Marcos 15:9-12, Lucas 24:6-7
En las semanas siguientes a la Resurrección de Jesús, durante la fiesta de Pentecostés, bajo la unción del Espíritu Santo, el apóstol Pedro les habló a los israelitas congregados, diciéndoles, cómo Jesús Nazareno fue entregado, aprehendido y crucificado conforme al plan determinado y el conocimiento anticipado de Dios. Pero Dios lo levantó, liberándolo de los lazos de la muerte, porque era imposible que la muerte lo venciera. Hechos 2:22-24
Recuerdo que, siendo niña, fui impactada al ver una película que mostraba gráficamente el sufrimiento que nuestro Salvador Jesucristo experimentó en la cruz, cumpliendo así lo que había dicho el profeta Juan el Bautista cuando vio a Jesús por primera vez en el Rio Jordán:” He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Años después, fue al leer el capítulo 12 del libro de Éxodo en el Antiguo Testamento, cuando recibí el entendimiento de cómo nuestro Señor Jesucristo cumplió su misión como el Cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo, nuestro Salvador que fue inmolado para que nosotros fuéramos libres de la esclavitud del pecado. Éxodo 12, Juan 1:28-34
Aproximadamente 1600 años AC los israelitas habían sido esclavizados por Egipto durante 400 años. A pesar de la opresión de la esclavitud en que vivían, los israelitas seguían multiplicándose, razón por la cual Faraón ordenó que echaran al río a todo varón hebreo que naciera. Pasado los años, Dios habló a Moisés y le dijo que le enviaría a Faraón y le usaría para sacar de la opresión de Egipto a los hijos de Israel. El mismo Moisés que siendo un bebé, había sido rescatado de la muerte y adoptado por la hija de Faraón luego que su madre lo había dejado en el rio Nilo en una cesta que había preparado, bajo la vigilancia de su hermana, para evitar que fuese asesinado siguiendo la orden que Faraón había emitido. Éxodo 1:7-22, Éxodo 2:1-10, Éxodo 3:9-10
Luego Dios habló a Moisés y Aarón su hermano diciéndoles que instruyeran a Israel para que las familias escogieran y cuidaran un cordero o un cabrito de un año, sin defecto y que lo sacrificaran al caer la noche del décimo día del primer mes del año, y que luego tomaran de la sangre del cordero y la untaran en el marco de la puerta de la casa donde la familia comería el cordero, acompañado con pan sin levadura. También les instruyó a que llamaran “la Pascua* del Señor” a ese evento. Éxodo 12:1-28
En la noche del día de la Pascua, Dios hizo que murieran todos los primogénitos de las familias egipcias, pues las casas no tenían la señal de la sangre. La muerte “pasó por alto” sin tocar a los primogénitos de Israel y Dios les dijo que ese día debería conmemorarse para siempre en honor a Dios. Esa misma noche ante tanto dolor para Egipto, Faraón les ordenó a los israelitas que salieran de Egipto para que sirvieran a su Dios, le bendijeran a él y se llevaran vacas y ovejas. Los egipcios también les dieron ropa, oro y plata para llevar. Dios, demostrando su gracia libertó a Israel de su esclavitud terrenal en Egipto a través de la sangre del sacrificio de un cordero animal impecable, sin mancha ni defectos. Éxodo 12:29-36
De la misma manera Jesucristo, 1200 años después, demostró su gracia* cuando se entregó voluntariamente como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo libertándonos de nuestro propio Egipto, nuestra propia esclavitud, derramando su sangre sobre una cruz de madera. Como lo describió el profeta Isaías, 700 años AC:” Él fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestra iniquidad; sobre él recayó el castigo, el precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas nosotros fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero Dios Padre hizo recaer sobre Jesucristo, su Unigénito la iniquidad de todos nosotros”. Isaías 53:1-12, 1 Corintios 5:7-8
En la cruz Jesucristo dijo: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Los que estaban presentes en la crucifixión de nuestro Salvador reaccionaron en diferentes formas: el ladrón al reconocer su condición de pecador, le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesucristo, manifestándole su perdón le respondió: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. El centurión, al ver lo que sucedió, alabó a Dios y dijo: “Verdaderamente este hombre era justo”. Otros se burlaron o se retiraron golpeándose el pecho; otros, sin embargo, se quedaron mirando desde lejos y fue después que Cristo resucitó cuando recibieron el entendimiento, le creyeron, se arrepintieron y le recibieron como su Salvador. Lucas 23:34-47, Lucas 24
Reflexionemos acerca del sacrificio que nuestro Señor Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo hizo por nosotros. Cuál es nuestra reacción. ¿Reconocemos que como humanos que somos hemos fallado en nuestra vida?, ¿nos hemos arrepentido? ¿Reconocemos que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para reconciliarnos con Dios Padre? ¿Le hemos entregado nuestras vidas a Él como lo hizo el ladrón?, o ¿permanecemos de lejos esperando?
“Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado”. 1 Corintios 5:7b
Hosanna: Sálvanos, te rogamos, socórrenos. En Latín: osanna, en Griego: ὡσαννά, hōsanná, deriva del original Hebreo הושיעה־נא, הושיעה נא Hôshia-nā’, hôšî‘â-nā’ del arameo הושע נא que significa: salva, rescate, salvador. Diccionario Etimológico Español en Línea. http://www.wikicristiano.org/diccionario-biblico
Pascua: Pasar por alto. Hebreo: Pésaj (פסח).Acción de pasar por alto. Latín ‘Pascha’. http://etimologias.dechile.net/?pascua
Gracia: Don o favor que se hace sin merecimiento particular. Perdón o indulto http://dle.rae.es/?id=JOCFpLb