Era una niña bastante rebelde y humilde, pero estaba llena de energía y ganas de tener una vida mejor. Mi papá murió cuando yo era muy pequeña, y mi mamá, sola, tuvo que criar y mantener a mis cuatro hermanos y a mí.
Tuve una infancia llena de maltratos y de labores que no eran para una niña; por eso, toda mi vida fue muy fría, sin afectos de amor, prácticamente, sin educación, ya que pude cursar sólo hasta 4to grado y a causa de todo esto, era muy infeliz antes de conocer y aceptar el amor de Cristo en mi corazón.
Siendo una niña rebelde, mi abuela y una de mis hermanas, siempre me hablaban de Cristo, y aun, cuando yo las escuchaba, no tenía fe. Ambas fallecieron, pero fueron ellas quienes me inspiraron a buscar de Cristo.
En una oportunidad, un vecino, el Sr. Ramón Molina, nos invitó a mi hermana, que era cristiana, y a mí, a la Iglesia La Cruz de Maracaibo y aceptamos su cordial invitación, porque queríamos conocer más de Dios y fue una experiencia extraordinaria para nuestras vidas.
Cristo ha cambiado mi corazón, me dio fe, y un corazón lleno de deseos de ayudar al prójimo. Sólo Jesús pudo llenar el vacío que había en mi vida y puedo decir, que conocerlo ha sido mi mayor regalo.
Tener la bendición de Dios, es lo más hermoso, verdadero, y eterno que una persona puede tener en la vida, y aunque el comienzo no fue fácil para mí, yo le doy gracias al Señor, porque para Él nada es imposible. Ahora me siento segura, feliz, y mucho mejor, porque mi familia está siguiendo los pasos del Señor Jesucristo.
Por: Minerva Paredes de Colina.