Si alguien nos pregunta acerca del papel de la paternidad en la familia, nuestra imagen y opinión personal acerca del padre usualmente va a depender de la experiencia que hayamos tenido o tengamos con nuestro padre o papá. El concepto de padre como procreador, protector, proveedor, en quien recaen las responsabilidades de suplir las necesidades de sustento y de afirmación emocional de la familia y del hogar, puede variar y ser diferente cuando se ha experimentado maltrato físico, indiferencia o abandono por parte de nuestro padre.
De la misma manera, una persona puede inconscientemente percibir a nuestro Dios Creador y Padre asociándolo con la imagen o concepto que tenga de su padre terrenal, y aun albergar resentimiento ante Dios por no haber impedido el daño o el abandono por parte de su padre terrenal. Muchas veces, la dificultad para aceptar el amor incondicional de nuestro Dios Padre o para desarrollar la confianza o la fe de que Dios quiere lo mejor para nuestra vida y que nunca nos abandonaría, resulta de tristes experiencias vividas.
La realidad es que nuestro padre terrenal es humano y todos los humanos cometemos errores, pero nuestro Padre celestial es perfecto y de tal manera nos ama que en Jesucristo vino al mundo para demostrarnos su amor de Padre hasta el punto que siendo Dios, se humilló al hacerse como humano y pagó por nuestras rebeliones, al morir clavado en la cruz, sufriendo el peso de nuestros dolores, nuestras enfermedades y nuestras rebeliones para que nosotros pudiésemos ser salvados y restaurados.
Cuando nos damos cuenta de esta realidad entonces podemos llegar a apreciar a nuestro padre terrenal a pesar de sus errores y entonces, estar preparados para establecer o restaurar la relación de padre e hijo.
¿Cómo se relaciona con esto el creer en Jesús? En verdad, la esencia del cristianismo radica en que jamás hubiésemos conocido a Dios Padre Eterno si Jesucristo, Dios Padre humanado, no hubiese venido a vivir y a morir para mostrárnoslo. El hecho de que sepamos que Dios nuestro Padre nos ama, se preocupa por nosotros y desea perdonarnos y restaurarnos, se debe a que Cristo vino para demostrarlo y al nosotros reconocerlo permite que desaparezca la separación, la distancia o la desconfianza que sentíamos por Dios y entonces se hace posible el desarrollar nuestra relación con Él en la confianza, la obediencia y la sumisión que surge naturalmente de esa relación.
En el Nuevo Testamento podemos leer acerca de la ocasión cuando el apóstol Felipe le pidió a Jesús que le mostrara al Padre como una forma de afianzar su fe. La respuesta de Jesús fue: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Juan 14:9.
Solo a través de Jesucristo podemos tener la visión real de Dios Padre y solo en Él, podemos experimentar el poder del perdón que nos permite vivir una vida libre de rencor, en amor, experimentando su guía y su ayuda ante las necesidades de nuestro diario vivir.
Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me han conocido a mí, también conocerán a mi Padre; y desde ahora lo conocen y lo han visto. Le dijo Felipe: ‘Señor, muéstranos el Padre y nos basta”. Jesús le dijo: “Tanto tiempo he estado con ustedes, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre”.
Juan 14:6-9 a. RVA-2015
Por: Lladiris Badillo