¡Cantemos alegres a Dios, habitantes de toda la tierra! ¡Sirvámosle con alegría!
Reconozcamos que Él es Dios; Él nos hizo, y de Él somos. Alabémosle, bendigamos Su nombre con acción de gracias porque Él es bueno! ¡Su misericordia es eterna! ¡Su verdad permanece para siempre!.
Con esa actitud de gratitud a la que nos anima el Salmo 100, decidí dedicarle el primer día del año a Dios, rindiéndole adoración y agradeciéndole lo bueno que Él ha sido, por la inmensidad de Su amor, Sus bendiciones, por Sus cuidados y Su perdón. Como hijos suyos, debemos estar conscientes de los favores y misericordias que Dios nos da.
Tristemente, muchas veces, nos descuidamos y vivimos sin apreciar lo que Dios ha hecho, y continúa haciendo en nosotros, y por nosotros; o nos enfocamos en considerar lo que no hemos recibido, lo que nos falta. ¿Podríamos enumerar una por una las bendiciones que Dios nos ha dado a nosotros, a nuestras familias y amigos? Ahora pensemos, cuántas veces hemos dedicado un tiempo para expresarle a Dios nuestra gratitud. Debemos aprender a no olvidar que sin Él nada somos, Él es nuestro proveedor y por él subsiste todo.
En cada nuevo año, en cada nuevo día, propongámonos honrar a Dios, dándole gracias por sus favores, sus bendiciones; y mostrando a nuestro prójimo, amor, paz, paciencia, amabilidad, bondad, gratitud, fidelidad, como fruto de nuestra gratitud a Dios.
¡Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides todos sus beneficios. Él perdona tus maldades, sana tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión!
Salmo 103: 2-4
Por: Lladiris Badillo