Era una niña bastante rebelde y humilde, pero estaba llena de energía y ganas de tener una vida mejor. Mi papá murió cuando yo era muy pequeña, y mi mamá, sola, tuvo que criar y mantener a mis cuatro hermanos y a mí.
Tuve una infancia llena de maltratos y cargada de labores que no eran para una niña; por eso, toda mi vida fue muy fría, sin afectos de amor, prácticamente, sin educación, ya que pude cursar sólo hasta 4to grado y a causa de todo esto, era muy infeliz antes de conocer y aceptar el amor de Cristo en mi corazón.
Siendo una niña rebelde, mi abuela y una de mis hermanas, siempre me hablaban de Cristo, y yo les escuchaba, pero no tenía fe para creer. Ambas fallecieron, pero fueron ellas quienes me inspiraron a buscar de Cristo.
En una oportunidad, un vecino nos invitó a mi hermana, que era cristiana, y a mí, a la Iglesia La Cruz de Maracaibo y aceptamos su cordial invitación, porque queríamos conocer más de Dios y el resultado de esa invitación, se convirtió en una experiencia extraordinaria para nuestras vidas.
Entonces, pude aceptar el llamado del Señor Jesucristo cuando nos dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar”. Mateo 11:28
Cristo ha cambiado mi corazón, me dio fe y me dio un corazón lleno de deseos de ayudar a mi prójimo. Sólo Jesús pudo llenar el vacío que había en mi vida y puedo decir, que conocerlo ha sido el mayor regalo que he recibido en mi vida.
Tener la bendición de Dios, es lo más hermoso, verdadero y eterno que una persona puede recibir en la vida, y aunque el comienzo no fue fácil para mí, yo le doy gracias al Señor, porque para Él nada es imposible. Ahora me siento segura, feliz, y mucho mejor, porque mi familia también está siguiendo los pasos del Señor Jesucristo.
«Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios.»
Romanos 10:17
Por: Minerva J. Paredes de Colina