Gracias a Dios, he podido celebrar los 25 años de un matrimonio feliz y dos hermosas hijas que Dios nos ha dado. Los primeros 15 años de matrimonio, los dediqué a la crianza de mis hijas y al cuidado del hogar, y nunca trabajé en la calle.
Fue en el año 2009, cuando atravesando una crítica situación financiera, me tocó enfrentar la realidad de que no poseía ningún grado profesional, ni preparación técnica para ejercer, con el objeto de sumar ingresos a los producidos por mi esposo; y poder así, mejorar el presupuesto familiar y aliviar la situación financiera.
Las habilidades que había desarrollado se circunscribían al ambiente del hogar, incluyendo, técnicas de peluquería que había aprendido y desarrollado como parte del cuidado de mi familia. Emocionalmente, me encontré desesperada e impotente, con temor e inseguridad para tomar iniciativas, o emprender en mi apartamento, un negocio en peluquería, la única área en la que podría aventurar. Hasta que en una ocasión percibí la voz de Dios que me decía que tuviera fe y confianza, y procediera; así fue como di mi primer paso de fe.
Comencé a ofrecer mis servicios de peluquería a mis vecinos, quienes respondieron depositando su confianza en mí. La respuesta fue, inesperadamente, satisfactoria hasta el punto de que muchos me preguntaban ¿por qué no lo había hecho antes? ya que opinaban que lo hacía muy bien. Fue así como fuí adquiriendo confianza para seguir adelante, avanzando al nivel profesional, tomando seminarios en el área de la peluquería. En poco tiempo, todos mis temores y paradigmas se disiparon.
Hoy día, le doy gracias a Dios por esta experiencia vivida, por el talento que me dio y como pude de esta forma, apoyar a mi esposo y juntos, no solo salir de la crisis financiera, sino que con su ayuda, hemos podido avanzar a otro nivel.
Luego de estabilizarme en el área de la peluquería, inicié otro negocio con mi hija menor en el área de diseño y decoración de sandalias, el cual ha sido otro éxito logrado. En medio de la crisis financiera por la cual atravesamos, aprendí a ser más productiva, y a crecer en la fe y en la confianza en Dios.
«¡La esposa virtuosa es como una joya muy valiosa! Todo le sale bien. Se levanta temprano, habla con sabiduría y enseña a sus hijos con amor. Fabrica ropa y cinturones y los vende,se asegura de que el negocio marche bien y siempre ayuda a los pobres.Sus hijos la felicitan y su esposo la alaba.»
Proverbios 31: 10-31
Por: Dulce Granado de Morales