«Hermanos míos, ¿de qué sirve decir que se tiene fe, si no se tienen obras? ¿Acaso esa fe puede salvar?. Pues así como el cuerpo está muerto si no tiene espíritu, también la fe está muerta si no tiene obras. Santiago 2:14, 26.
El hombre es justificado por su fe y por sus obras. Una verdadera relación y comunión con Dios debe producir en nosotros el fruto del amor que recibimos de Dios, para demostrarlo en actitud y servicio al prójimo. Una vida cristiana concentrada o limitada solo al ayuno, la oración y la lectura, es solo religión.
En el Evangelio de Mateo leemos como el Señor Jesucristo le decía a sus discípulos: «Imiten al Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos » Mateo 20:28. Luego, el apóstol Juan afirma en su carta a los cristianos que: «El amor de Dios se ha perfeccionado verdaderamente en el que obedece su palabra, y por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo». 1Juan 2:5-6. El Señor Jesucristo anduvo sirviendo. El apóstol Santiago manifestó una resumida conclusión: “El que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado”. Santiago 4:17.
Ya en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías expresaba la palabra de Dios en relación al significado y el verdadero propósito del ayuno, explicando como la rendición a Dios se manifiesta en el deseo de servicio.
“¿Acaso lo que yo quiero como ayuno es que un día alguien aflija su cuerpo, que incline la cabeza como un junco, y que se acueste sobre el cilicio y la ceniza? ¿A eso le llaman ayuno, y día agradable al Señor?. Más bien, el ayuno que yo quiero es que se desaten las ataduras de la impiedad, que se suelten las cargas de la opresión, que se ponga en libertad a los oprimidos, ¡y que se rompa todo yugo!. Ayunar es que compartas tu pan con quien tiene hambre, que recibas en tu casa a los pobres vagabundos, que cubras al que veas desnudo, ¡y que no le des la espalda a tu hermano!”. Si actúas así, entonces tu luz brillará como el alba, y muy pronto tus heridas sanarán; la justicia será tu vanguardia, y la gloria del Señor será tu retaguardia. Entonces clamarás, y el Señor te responderá; lo invocarás, y él te dirá: “Aquí estoy. Si quitas de tu medio el yugo, el dedo amenazador, y el lenguaje hueco; y si compartes tu pan con el hambriento y satisfaces el hambre de los afligidos, entonces tu luz brillará entre las tinieblas, y la oscuridad que te rodea será como el mediodía.” Entonces yo, el Señor, te guiaré siempre, y en tiempos de sequía satisfaré tu sed; infundiré nuevas fuerzas a tus huesos, y serás como un huerto bien regado, como un manantial cuyas aguas nunca faltarán. De generación en generación tus descendientes edificarán las ruinas y los cimientos de antaño, y tú serás conocido como reparador de ruinas y restaurador de calzadas otrora intransitables”. Isaías 58: 5-12 (RVC)
Por: Milagros Maldonado de Rivas