Un día vino a visitar a Jesús, con el fin de hacerle algunas preguntas, un conocido líder judío fariseo, muy educado, maestro religioso y rico, llamado Nicodemo.
Nicodemo estaba impresionado por los milagros que Jesús hacía, y reconocía que Dios le había enviado. Jesús vio la oportunidad para enseñarle acerca de la importancia del nuevo nacimiento y le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Entonces Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?, ¿Acaso puede entrar en el vientre de su madre, y volver a nacer?” (Juan 3:3-4). Entonces Jesús le explico que para entrar al reino de Dios, hay que nacer del Espíritu de Dios, que el nacimiento del cuerpo es carne y es temporal, pero que se necesita el nuevo nacimiento espiritual para ser hijo de Dios y poder entrar en Su reino y tener vida eterna.
Si tú deseas ser un hijo de Dios y llegar a vivir en su reino por toda la eternidad, debes nacer de nuevo espiritualmente, Dios amó tanto a todo el mundo, que envió a su Hijo unigénito, Jesucristo, Emanuel, Dios encarnado para salvar al mundo, para que todo quien cree en él, no se pierda, sino que tenga vida eterna.
La relevancia de la necesidad de que cada ser humano deba nacer de nuevo no ha variado desde los días de Nicodemo hasta el día de hoy. La misma afirmación que Jesucristo le dijo a Nicodemo: “Tienes que Nacer de Nuevo”, sigue vigente para cada uno de nosotros, independientemente de quien seamos, o lo que hallamos hecho, o lo que hacemos. Tarde o temprano, llegamos a sentir esa necesidad de cambiar, de nacer de nuevo.
Si sientes en tu corazón el deseo o la necesidad de nacer de nuevo como hijo de Dios, te invito a que se lo expreses a Cristo, diciéndole: Señor Jesucristo, creo en ti, creo que moriste en la cruz por mis pecados, y que resucitaste para darme la vida eterna contigo. Necesito nacer de nuevo; perdona mis faltas, límpiame, te entrego mi vida, hazme la persona que tu quieres que yo sea.
Cuando lo hagas, te anticipo que experimentaras la paz interior que sobrepasa todo entendimiento o razonamiento.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”
Juan 3: 16-17
Por: Olga Griffith