“El hombre suelto de lengua no será firme en la tierra; al hombre violento el mal le perseguirá a empujones”. Salmo 140:11 (RVA2015).
El Apóstol Santiago en su carta, hace un análisis acerca del poder de la lengua. Partiendo del reconocimiento de que todos cometemos errores y quien no comete errores en lo que dice, es una persona perfecta, y además capaz de dominar todo su cuerpo, compara la necesidad de controlar lo que hablamos con lo que se hace a los caballos, que se les pone un freno en la boca, para que obedezcan, y así poder controlar todo su cuerpo. Así también con los barcos: aunque son muy grandes e impulsados por fuertes vientos, se les dirige por un timón muy pequeño, y el piloto los lleva por donde quiere. Así es la lengua, dice el apóstol, aunque es un miembro muy pequeño, se jacta de grandes cosas. Santiago 3: 3-5. Es bien sabido que todo lo que hablamos, expresa lo que pensamos, opinamos y sentimos acerca de las personas que nos rodean, de la vida, de Dios y de nosotros mismos. El Señor Jesucristo lo expreso de esta manera: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Mateo 12:34b
La sede de todo lo bueno o lo malo, de todo pecado, está en el corazón. El corazón es la fuente de los sentimientos, deseos, esperanzas, motivos, voluntad y percepción intelectual del ser humano. El hombre se comporta o habla según su corazón. Un corazón enfermo emocional y espiritualmente, un corazón que albergue malicia, engaño, hipocresía, envidia, ira, rencor y otras detracciones, conducen al hombre al fracaso y a la destrucción puesto que lo que hable no solo le contamina a sí mismo sino que, también puede contaminar a quienes le escuchan y al ambiente donde se desenvuelve. Proverbio 12:18 nos dice “Hay quienes hablan como dando estocadas de espada, pero la lengua de los sabios es medicina”.
Una vez que por su gracia, Dios nos da el sentir de que estamos cometiendo un error, que vamos por mal camino, no debemos esperar y seguir avanzando en el camino de destrucción, el hombre sabio, teme a Dios. Proverbios 1:7.
La solución para el cambio y la sanidad del corazón está en Cristo Jesús. Si reconocemos nuestros pecados, nuestros errores, y nos entregamos a él para ser sanados y transformados, veremos el cambio de nuestro corazón, de nuestras palabras, de nuestras acciones. Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1Juan 1:9. Luego, el permanecer en comunión con Dios en oración, en la lectura y el aprendizaje de sus principios de vida, nos llevará a través de un proceso de transformación de nuestra conducta, por la renovación de nuestro entendimiento, por el poder de Dios a través de su Espíritu morando en nosotros, cuando nos entregamos a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas.
Entonces podríamos expresarle a Dios, como lo hizo el rey David: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, Roca mía y Redentor mío” (Salmo 19:14), y decidir como lo hizo Job: “Que mientras haya aliento en mí y el hálito de Dios esté en mi nariz, mis labios no hablarán perversidad ni mi lengua proferirá engaño!”. Job 27:3-4
Decidamos hablar para la edificación de quienes nos oyen, que nuestra lengua sea apacible y amable, como árbol de vida, libre de perversidad y así cosecharemos de la buena siembra de nuestras palabras.
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”
Proverbios 16:24
Por: Milagros Maldonado de Rivas
Muy interesante el artículo, el cristiano maduro debe contener su lengua de hablar cosas que no edifican, ni agradan a Dios.
Ixora Correa G.
San José, Costa Rica